El Lenguaraz: La Peña Folklórica

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El movimiento folklórico nacional y un fenómeno popular: la Peña ‘folklórica’”.

Durante la transición de los siglos XIX y XX, en la Argentina, comienza a gestarse una toma de conciencia de los valores de argentinidad que subyacen en el folklore y que estuvo vinculado con un emergente movimiento nacionalista que no sólo pregonaba por una identidad nacional sino que les preocupaba, también, los peligros que el progreso y la modernidad le ocasionaban a nuestra cultura.

Oscar Chamosa, quien ha estudiado el movimiento folklórico argentino en “Breve Historia del Folklore argentino 1920-1970. Identidad, política y nación”, sostiene que el nacionalismo cultural, una de las tres corrientes que confluyen para dar impulso al movimiento durante el período Radical, desde 1916, junto a otras dos como son la promoción de las investigaciones folklóricas por las elites provinciales y el trabajo de un grupo de artistas y productores que basaron sus creaciones en los géneros criollos (Andrés Chazarreta, Atahualpa Yupanqui), fueron quienes expusieron las formas culturales rurales como lo auténtico nacional.

Todo ello inspirado en autores como Joaquín V. González y Ricardo Rojas, quien, éste último, sugería “la enseñanza de la geografía, la historia y el folklore criollo, para actuar sobre las emociones internas de los niños y forjar cinestésicamente una memoria colectiva, ya que la identidad nacional surgiría de un conocimiento compartido de estos elementos, favoreciendo la integración de todos los habitantes en una misma nación”.

De aquí que, con la acumulación de una masa de conocimiento sobre la cultura criolla local y la creación de un género que podía ser adaptado tanto a la educación como al entretenimiento, los investigadores de folklore (Carlos Vega) y los antes citados artistas folklóricos establecieron un lenguaje estético visual, auditivo y coreográfico para el nacionalismo.

 

De lo expuesto por Oscar Chamosa, y sumado al trabajo de Sergio Pujol: “Historia del Baile. De la Milonga a la Disco”, éste movimiento que, en un principio se manifestó a través de sus variedades afines: tradicionalismo, criollismo, nativismo o costumbrismo, se fue fortaleciendo hasta establecer una relación entre folklore y nacionalismo para transformarse, a mediados de la década de 1940 y durante el decenio peronista (1946/55), en un Movimiento folklórico nacional.

En un primer momento tendrá una dinámica centrípeta, con foco en Buenos Aires, para luego transmutar en un proceso centrífugo hacia todo el país e iniciando en el transcurso del mismo un fenómeno popular, el de las Peñas ‘folklóricas’.

Estas comenzarán a ser un espacio muy concurrido, donde cada vez sea mayor el número de los que quieren aprender a bailar danzas folklóricas, motivando un impacto socio-cultural.

Bahía Blanca no será ajena a ello, canalizando dicho proceso a través del surgimiento de espacios para la práctica de nuestras danzas folklóricas entre las décadas de 1950/60 y subsiguientes.

 

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